Propósito

Ranking Iberoamerican SIR 2010
La educación uruguaya está en crisis y la educación superior no escapa a esa apreciación. Una única Universidad pública domina el sistema de enseñanza superior, centralizando el mayor número de estudiantes y profesores, frente a un grupo de universidades privadas que usualmente son vistas con desconfianza por aquella. El sistema en sí mismo dista de estar integrado, no propende a la optimización de los recursos y no tiene objetivos comunes para el desarrollo del país. Actitudes conservadoras en lo social y económico llevan a la formación de demasiados profesionales en las áreas humanas y muy pocos en las áreas científicas y tecnológicas. La presión de las corporaciones tiende a perpetuar defectos consuetudinarios, ahoga cualquier intento innovador, y aboga por el crecimiento presupuestal, edilicio y de competencias sin una planificación correcta y sin rendir cuentas en general a la sociedad respecto al plan de desarrollo que se sigue. Fundamentalmente en la única universidad pública del sistema no existe ningún control sobre la preparación intelectual de los estudiantes que ingresan, se les permite la permanencia sine die en el entorno universitario sin importar el esfuerzo que realicen o la capacidad o incapacidad manifiesta, no se propende a la correlación necesaria entre calidad y cantidad de egresados ni con el ingreso ni con las necesidades de la sociedad, se practica una endogamia que tiende a premiar a los mediocres y penalizar a quienes pretenden realizar modificaciones innovadoras, se mantiene un sistema sin evaluación rigurosa y consecuente del profesorado o del alumnado, y se favorece el ingreso y la permanencia en función de la capacidad económica y no de la preparación y capacidad intelectual o el esfuerzo denodado.
Tal como existe en este momento, el sistema universitario nacional ha dejado de prestar los servicios fundamentales que el desarrollo del país reclama. El sistema macrocefálico, encabezado por la Udelar, malforma en muchos casos profesionales universitarios sin capacidades suficientes y, en otros casos, forma profesionales mediante la inversión de toda la sociedad que terminan emigrando. Es un sistema elitista y regresivo, en el que ni se seleccionan los mejores dotados intelectualmente, ni se integra y nivela para dar un futuro a quienes teniendo capacidad no tienen recursos. Es finalmente, un sistema que, con excepciones, no apuesta a la excelencia ni educa para el futuro, sino que apuesta a lo que hay y a la preservación y perpetuación de la mediocridad.
El propósito de una reforma debe ser rescatar la Universidad, el sistema Universitario en general, para ponerlo de nuevo al servicio de la transformación de la sociedad. No convirtiéndolo en un mero proveedor de profesionales para las necesidades inmediatas de la industria, sino permitiéndole la profundidad de pensamiento y el tiempo de maduración suficiente como para plantear interrogantes y generar respuestas para el país de dentro un par de décadas. Pero, al mismo tiempo, no conservándolo en un inmovilismo paralizante que le impide ser lo suficientemente flexible y rápido como para responder a las necesidades de la empresa, la industria y la sociedad que se expresan en años o lustros y no en décadas. Encontrar ese equilibrio requiere de múltiples medidas y de la generación de una política de estado. Estas son nuestras ideas en esa dirección.